miércoles, 4 de marzo de 2015

La Verdad Desnuda sobre la tolerancia como excusa para sacar imágenes religiosas 2/2



Comentábamos en el artículo anterior acerca de la campaña mundial de secularización de los espacios públicos. Comentábamos que en nuestra ciudad de San Rafael se presenta como un "derecho humano" el impedir que haya ningún tipo de símbolo religioso en la vía pública o en las instituciones[1], hace poco escuchamos también defensas del "derecho a blasfemar". Por todo esto, el tema que venimos analizando puede arrojar luz sobre los sucesos actuales.

Qué había detrás de la represión
Vale la pena detenerse en este punto porque no es muy conocido el episodio y contrastan con la difundida imagen de los “hombres de las luces” estos hechos que muestran su jacobinismo político.
Años más tarde, un artículo de La Gaceta Mercantil daría explicación de estos hechos diciendo que fue:
“una terrible borrasca suscitada por los titulados pretendidos hombres de las luces, que se empeñaron de este modo escandaloso y con la más profunda malicia en desquiciarlo todo, y borrar hasta nuestro carácter nacional con la destrucción de los principios religiosos que unen y fortifican entre sí a los Pueblos Argentinos que han jurado sostener y defender la Religión Católica, Apostólica, Romana, como columna firme en que reposan su Independencia política y sus más preciosos derechos.
Algunos hombres que han manchado con crímenes de todo género esta tierra que por desgracia los vio nacer, sin duda ridiculizarán la marcha recomendable de nuestro Gobierno a este respecto. Pero las necias ironías de estos apóstatas hasta de los principios de la Religión Santa del Estado no merecen otra consideración que el desprecio con que los hombres sensatos y juiciosos de todas las Naciones del mundo mirarán a esta raza de hombres enemigos de todo orden, y mal avenidos con toda religión, porque es un freno a sus excesos y sus crímenes [...]. El torrente de una falsa ilustración, o más bien de una declarada impiedad y corrupción, arrastró en pos de sí tan grandes bienes, que incumbe ahora al Gobierno atraer progresivamente a la sociedad, reparando por grados tantas desgracias y extirpando tantos males”[2].
Al comentar este artículo Caponnetto hace notar los conceptos que allí se explicitan: a) la culpabilidad masónico-iluminista en las desgracias causadas a la Nación; b) el juramento moral de nuestros pueblos de "sostener y defender la Religión Católica, Apostólica, Romana, como columna firme en que reposan su Independencia política y sus más preciosos derechos". Así la legitimidad y validez de nuestra Independencia está condicionada, a mantener la tradición hispano-católica; c) la convicción de que la Fe Católica está indisolublemente unida a "nuestro carácter nacional", "uniendo y fortificando entre sí a los Pueblos Argentinos"[3].
En el interior también hubo acontecimientos similares y fueron también reprimidos violentamente. Por ejemplo en San Juan la reforma eclesiástica fue iniciada furiosamente por el joven gobernador Salvador María del Carril, a la sazón de 27 años[4].
“Del Carril era un revolucionario”[5], afirma el hispanista francés Paul Verdevoye. Dos años después que la reforma rivadaviana en Buenos Aires, en San Juan, el gobernador Del Carril, que en su paso por Buenos Aires se había empapado de las ideas rivadavianas, “propone a la Asamblea legislativa un estatuto constitucional que iba a echar leña al fuego”[6]. Ese estatuto se promulga e imprime casi simultáneamente con el nombre de Carta de Mayo. Se procuró imponer una legislación liberal y anticlerical, en una sociedad tradicional profundamente cristiana. Ese choque entre la idea y la realidad es lo que llevó al fracaso a la Carta de Mayo.
Del Carril no estaba inventando nada nuevo. Simplemente procuraba repetir las ideas expresadas en las obras de revolucionarios como Moreno o Monteagudo. No obstante, no deja de ser sorprendente para Verdevoye, que se pretendiera aplicar esas ideas en una provincia tan alejada de la revolucionaria Buenos Aires, y que hubiera un número suficiente de notables para elegir a un gobernador deseoso de reformar el espíritu hispano-católico que perduraba en ella. En Mendoza, bajo la influencia de Lafinur, también se habían producido acontecimientos parecidos. El enfrentamiento se producía en razón de algo verdaderamente importante: el contenido de la tradición hispánica con sus dos aspectos esenciales que son la catolicidad como misión espiritual y las libertades forales como garantía de plenitud política. Ambas cosas eran puestas en tela de juicio, en este caso, por Del Carril como antes lo había sido en Mendoza por Lafinur. Contra esto se levantó un movimiento de opinión basado en un pensamiento anti-revolucionario, con conciencia del pasado patrio que se opuso al Siglo de las Luces que pretendía hacer tabula rasa con todo el pasado. 
Como ha desentrañado Cayetano Bruno la visión historiográfica sobre el hecho fue hasta poco antes de mediados del siglo XX unánime: Del Carril era el “progreso” y quienes reaccionaron en contra representaban el “fanatismo religioso”. Fue José Aníbal Verdaguer en su Historia Eclesiástica de Cuyo el primero en cambiar la unanimidad de esa posición al escribir que la Carta de Mayo estaba “redactada según los principios del más refinado liberalismo, con disposiciones opresoras para la religión católica”[7].
Lo que sin dudas fue la Carta de Mayo, es el punto de arranque y de choque entre los sectores liberales iluministas y los sectores populares afincados en la tradición católica. Las discusiones que se suscitaron a partir de esta publicación, sumadas a diferentes aspectos de la política de Del Carril, sobre todo, sus intentos de reforma religiosa y educativa, llevaron finalmente a la caída de este gobierno, el 26 de julio de 1825. Salvador María Del Carril depuesto por la rebelión popular fue repuesto en el cargo en setiembre gracias al auxilio prestado por el gobierno de Mendoza, para renunciar tres días después. Sin embargo, esos tres días de gobierno tuvieron por objetivo aplicar el castigo a los sublevados. Así, entre otras medidas, fueron exiliados de la provincia “hasta nueva disposición” los presbíteros José de Oro, Manuel Torres, Juan José Robledo y fray Dionisio Rodríguez “y para siempre el padre Astorga y fray Roque José Mallea”[8].
Conclusión
Como vemos, aunque se presente como un problema de tolerancia religiosa o se diga que se trataba solamente de la “modificación del lugar de la religión en la vida colectiva, no a su marginación o desaparición”[9], la realidad es que tras la excusa de la tolerancia lo que hubo fue muerte, persecución sangrienta y represión violentísima de toda oposición.
Los Hombres de las Luces, los que se regían por los principios de la tolerancia fueron los verdugos de sus conciudadanos. Aunque invocaran otras razones, como la tolerancia, su verdadero móvil era el odio a la Fe. ¿Y los verdugos de hoy?
Recuerdo a los lectores que hace apenas 4 días hemos visto la destrucción de valiosísimas obras de la antigüedad por la furia iconoclasta del Estado Isalámico. ¿Eso es lo que queremos en nuestra sociedad?



[1] Presentación efectuada por la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos para que se prohíban las imágenes religiosas en edificios públicos, calles, plazas, etc.
[2] La Gaceta Mercantil, Buenos Aires, 7 de diciembre 1835. Cit. en Caponnetto, Antonio, Notas sobre Juan Manuel de Rosas, Buenos Aires, Katejon, 2013, p. 26-27.
[3] Ibidem, p. 27.
[4] Masón y liberal, fue seguidor del ideario rivadaviano e implantó en su cargo como gobernador una Constitución laica, inspirada en el modelo británico, que causó su caída. Exiliado en Buenos Aires, fue ministro de economía en la efímera presidencia de Rivadavia, asesoró a Juan Lavalle y fue el impulsor del fusilamiento de Manuel Dorrego por orden de aquél; pasó en el exilio los años del gobierno de Juan Manuel de Rosas. Fue uno de los convencionales que sancionaron la Constitución Argentina de 1853 y fue nombrado luego vicepresidente de la Nación, compartiendo fórmula con Justo José de Urquiza. Tras la reincorporación de la provincia de Buenos Aires, el presidente Bartolomé Mitre lo designaría ministro de la Corte Suprema de Justicia.
[5] Verdevoye, Paul, Domingo Faustino Sarmiento; educar y escribir opinando (1839-1852), Buenos Aires, Plus Ultra, 1988, p. 12.
[6] Verdevoye, Paul, Domingo Faustino…, Op. cit., p. 12.
[7] Verdaguer, José Aníbal, Historia Eclesiástica de Cuyo, Milán, Premita Scuola tipográfica salesiana, 1931, t. I, p. 805. Por esta vía de interpretación siguieron después Guillermo Furlong y Horacio Videla. Bruno, Cayetano. “El catolicismo argentino y la libertad religiosa”, en: La Argentina nació católica, Buenos Aires, Energeia, 1992, t. II, p. 527.
[8] Bruno, Cayetano, La Argentina nació católica, Buenos Aires, Energeia, 1992, t. II, p. 531. El documento referido es Decreto, San Juan, 16 de agosto 1831. BMM. En: Ibidem, vol. I, p. 282, [0311].
[9] Di Stefano, Roberto, Ovejas negras; Historia de los anticlericales argentinos, Buenos Aires, Sudamericana, 2010, p. 127 y 129.

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