El año pasado 2014, cuando el 27 de abril fueron canonizados los Papas Juan Pablo II y Juan XXIII,
sumado a la beatificación el 19 de octubre del Papa Pablo VI, se despertó en nosotros la ocurrencia de indagar sobre los últimos Papas Santos. Nos llamó
la atención que en los últimos 450 años sólo habíamos tenido dos Papas Santos:
San Pío V (1566-1572) y San Pío X (1903-1914).
Nos llamó la atención que San Pío V y San Pío X se nos presentaban unidos, a pesar de los 400
años de distancia entre uno y otro, por la defensa y el sostén de la tradición.
El primero, porque fue el Pontífice de la Contrarreforma, de la defensa de la
Fe contra protestantes y musulmanes. El segundo, porque en el confuso mundo que
se preparaba para la Guerra Mundial, fue el abanderado de la lucha contra el Modernismo, la moderna
herejía que como una peste se encontraba incubada “en las venas mismas de la
Iglesia”, al decir del Santo Padre.
La masonería y el Cónclave que eligió a San Pío X
A
la muerte de León XIII el cónclave que eligió a San Pío X tuvo dos
particularidades: en primer lugar, uno de los candidatos favoritos (al menos
fue el que encabezó las primeras votaciones, que fueron siete) el Cardenal
Rampolla, según varias fuentes, era un alto miembro de la masonería; en segundo
lugar, el emperador de Austria-Hungría Francisco José por medio del Cardenal
Puzyna (Obispo de Cracovia) hizo saber que emplearía el Derecho de Exclusión, o
Jus Exclusivae, posiblemente
originado a partir del Siglo XVI por el cual el emperador tenía derecho de
vetar la elección, pidiendo la exclusión del Cardenal Rampolla[1].
Sería la última ocasión en que un emperador apelara a este derecho.
Por
ello interesa analizar, con algún detenimiento, ambas particularidades.
Empezaremos por la vinculación entre el Cónclave, el Papado y la Masonería.
El
Gran Maestre de la masonería Albert Pike[2]
escribió en 1871 (poco tiempo antes del pontificado de León XIII) sobre la
verdadera naturaleza de la "Luz" que persiguen los masones. En sus
voluminosos tomos, de Morales y Dogmas, Pike expresa
crudamente los planes conspirativos de los verdaderos dirigentes de la
masonería: "... dentro de poco el mundo vendrá hacia nosotros por sus
Soberanos y Pontífices. Constituiremos el equilibrio del universo, y
gobernaremos a los Amos del Mundo"[3].
El gobierno pontifical
del Papa Gregorio XVI capturó documentos de la Logia Masónica, conocida como
Alta Vendita. El Papa Pío IX le dio a Jacques Crétineau-Joly (1803-1875),
periodista e historiador, permiso para publicar en su libro La iglesia y la Revolución, las copias de los documentos
y la correspondencia de la Alta Vendita. En octubre de 1884, aproximadamente
seis meses después de la aparición de la Humanum Genus[4],
se reiteraron estos mismos documentos con comentarios totalmente históricos en
una serie de conferencias que dio Monseñor George F. Dillon en Edimburgo,
Escocia. Estas conferencias impresionaron de tal manera a León XIII que las
publicó y distribuyó a su propio costo.
Los documentos de Alta
Vendita son notables, en el punto que declaran expresamente un plan de
infiltración y destrucción de la Iglesia Católica, plan que (fue afirmado)
podría llevar un siglo en llevarse a cabo. Algunas citas son realmente
impresionantes: "Nuestro fin último es el mismo que tenía Voltaire y la
Revolución Francesa —la destrucción final del Catolicismo, e incluso de la
idea cristiana... El Papa, quien quiera que sea, nunca vendrá a las sociedades
secretas; son las sociedades secretas las que deben dar el primer paso hacia la
Iglesia, con la idea de conquistar a
ambos. La tarea que vamos a emprender no es el trabajo de un día, un mes o
un año, puede durar varios años, quizás un siglo, pero en nuestras filas los
soldados mueren y la lucha continúa... Lo que deberemos pedir, lo que debemos
buscar y esperar, así como los judíos esperan el Mesías, es un Papa de acuerdo a nuestras necesidades... Uds. lograrán a
bajo costo y por sus medios, una reputación como buenos católicos y patriotas
puros. Tal reputación facilitará el acceso de nuestras doctrinas entre el
clero más joven, así como también en lo más profundo de los monasterios. En
unos pocos años, por fuerza de las cosas mismas, este clero joven habrá
invadido todas las funciones; formarán parte del consejo del soberano y serán
llamados para elegir el Pontífice que reinará..."[5]
En
contraposición a este panorama de guerra espiritual y revolución originado en
las Logias Masónicas —lo que el Papa Pío IX llamó la "Sinagoga de
Satanás"— León XIII publicó su atronadora encíclica contra la masonería.
Resulta sorprendente que su propio Secretario de Estado, el Cardenal Rampolla, tan
cercano a él, sería luego acusado de pertenecer a una de las sectas más
diabólicas de esta red infernal de subversión.
¿Quién
era este Cardenal, entonces? El Cardenal Mariano Rampolla del Tindaro (1843-
1913), durante esta era turbulenta, en una Europa en inestable equilibrio,
desgarrada por la guerra y envuelta en la tensión, trabajó activamente en la
política exterior al servicio del Papa León XIII.
¿De dónde surgen las versiones que lo vinculan a la
masonería? Monseñor Jouin[6],
fundador y director de la Revue internationale des societés secrètes,
con las pruebas de la afiliación del cardenal Rampolla en la mano, encarga a su
redactor en jefe, el marqués de La Franquerie, que muestre estas pruebas a los
cardenales y obispos de Francia. Félix Lacointa, director del periódico Le bloc
anti-revolutionnaire (ex Bloc
catholique), atestigua en 1929 en un
artículo titulado “Le F\ Rampolla”, la pertenencia del Cardenal Rampolla a la
masonería en la Logia Ordo Templi
Orientis. En el propio Manifiesto de dicha Logia aparece el nombre del
Cardenal como uno de sus miembros[7].
La masonería había encargado al hermano Rampolla dos
misiones:
1) Fundar, en el seno del mismo Vaticano, una logia
(la de “San Juan de Jerusalén”), que
proveería altos dignatarios de la Santa Sede;
2) Hacerse elegir Papa a
la muerte de León XIII.
El Cónclave y el Jus
Exclusivae
El Papa León XIII
falleció el 20 de julio de 1903. La primera sesión del cónclave fue el 1 de
agosto. El Cardenal Rampolla lideró las dos primeras votaciones. Durante la segunda sesión, el día 2
de agosto, imprevistamente el conclave fue interrumpido por una conmoción: el Cardenal
Puzyna, Obispo de Cracovia (entonces dentro del Imperio Austríaco) se irguió
para dar una declaración que dejó anonadada a la asamblea. Utilizando el latín
declaró, "... oficialmente y en nombre y por la autoridad de Francisco
José, Emperador de Austria y Rey de Hungría, que Su Majestad, en virtud de un
antiguo derecho y privilegio, pronuncia el veto de exclusión contra Su Eminencia
Reverendísima, el Cardenal Mariano Rampolla del Tindaro".[8]
Fueron varias las
razones que se han alegado para el establecimiento general del Jus Exclusivae, desde las puramente políticas hasta
el descuido Católico y la protección del Papado. En cierto modo, las profundas
creencias del antiguo Sacro Imperio Romano lo hacían funcionar de una manera
tan protectora. Es posible que un emperador devoto o un rey con información
vital pudieran haber ejercido el Derecho con integridad, con el objeto de
proteger la Silla de Pedro de un candidato corrupto.
Según
distintos autores, Monseñor Jouin había recurrido personalmente al Emperador
Francisco José para pedirle que invocara el Jus Exclusivae, teniendo algunas
pruebas de que Cardenal Rampolla tenía por lo menos una afinidad cercana con la
Masonería.
En el caso del Cardenal
Rampolla, los motivos del veto se encuentran todavía sujetos a debate. Lo que
no es debatido es el resultado: el Cardenal Rampolla manifestó su oposición,
se volvió a votar, y finalmente el candidato que había obtenido el segundo lugar
fue elegido Papa. Éste Cardenal –Giuseppe Melchiorre Sarto (1835-1914),
Cardenal de Venecia– Papa a los sesenta
y ocho años, eligió el nombre de Pío X. Como lo había previsto la Providencia,
a pesar de la protesta humilde del Cardenal Sarto por su elección, fue escogido
como el hombre providencial.
Comenta el
cardenal americano James Gibbons: “Cuando el Cardenal observó que los sufragios
hacia él iban aumentando, se lo vio perturbado, y con un ferviente discurso
imploró a sus colegas que no lo consideraran como candidato. Contrariamente a
sus deseos, los votos para él iban en aumento. Nuevamente en un segundo
discurso imploró a los Cardenales que olvidaran su nombre: “Obtestor vos”, fueron sus palabras, “ut nominis mei omnino obliviscamini” (…) Todos fueron movidos por
la modestia y transparencia sincera del hombre (…) Nunca un prisionero hizo
mayores esfuerzos para escapar de su confinamiento como hizo el Cardenal Sarto
para escapar del yugo del Papado”[9].
Como afirma el Cardenal fueron esos
discursos, tan llenos de humildad y sabiduría, los que hicieron cada vez más
vanas sus súplicas.
Cuando,
luego del séptimo escrutinio, fue definitivamente elegido respondió a la
pregunta ritual: «Quoniam calix non
potest transire, fiat voluntas Dei [Puesto que el cáliz no puede pasar,
hágase la voluntad de Dios]. Lleno de confianza en la protección divina y de
los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los santos pontífices que se han
llamado con el nombre de Pío, sobre todo de los que extremadamente combatieron
contra las sectas y los errores del siglo pasado, asumo el nombre de Pío X»[10].
¿Qué
pensar respecto al hecho de que el Papa Pío X no desterrara completamente al
Cardenal Rampolla –o que el mismo Pío X aboliera el Jus Exclusivae?
Primero, no tenemos ninguna prueba acerca de cuánto conocía el Papa Pío X o
inclusive creyera acerca del Cardenal Rampolla, mientras éste todavía estaba
vivo. Es probable que el Papa fuera informado de la sospecha, pero también es
bastante probable que él no estuviera preparado para creerlo[11]. Félix
Lacointa, en la publicación antes mencionada de 1929, narra: “En el curso de
nuestra última entrevista (con Mons. Marty, obispo de Montauban), como lo
teníamos al corriente de los descubrimientos hechos recientemente y veníamos a
hablar del cardenal Rampolla di Tindaro, tuvo a bien relatar que luego de la
visita ad limina que hizo a Roma, algún tiempo después de la muerte del
antiguo secretario de Estado de León XIII, fue llamado por un cardenal (Merry
del Val, secretario de estado de San Pío X) que le contó con abundantes
detalles que a la muerte del cardenal Rampolla, se descubrió entre sus papeles
la prueba formal de su traición. Estos documentos abrumadores fueron entregados
a Pío X: el santo pontífice se aterrorizó, pero quiso preservar del deshonor la
memoria del prelado felón y con el fin de evitar un escándalo, dijo muy
conmovido: ¡El desgraciado! ¡Quemadlos!” Y los papeles fueron arrojados al
fuego en su presencia”[12].
Segundo,
el Cardenal Rampolla dimitió inmediatamente como Secretario de Estado y fue
reemplazado por el Cardenal Merry del Val. Mientras él mantuvo algunas
oficinas, pasó voluntariamente a un semi retiro. Esto puede haber sido un arreglo deliberado entre el
Cardenal Rampolla y el Papa para evitar el escándalo, quitando a Rampolla la
posibilidad de que ejerciera una interferencia significativa; actitud que pudo
haber reflejado, además, tanto la prudencia como la caridad del Papa en tomar
medidas basadas en información alarmante, evitando mientras tanto las penas más
ásperas en ausencia de pruebas precisas. La prueba, en la forma del
Manifiesto, sería conocida en años posteriores[13].
Del mismo modo, el Papa Pío X tenía motivos para
abolir el Jus Exclusivae. Como lo relató el
chambelán del Papa: "Pío X con frecuencia hizo conocer sus decisiones por motu proprio. Uno de sus primeros actos oficiales fue
para abolir el privilegio de veto, acordado en tiempos muy diferentes con los
Emperadores y los Reyes de España y Francia. La Cristiandad en la cual su
ejercicio había sido tolerado ya no existía y, si el Emperador en su última
intervención hubiera hecho uso indebido del mismo habría quedado irreprochado,
después podríamos haber tenido posiblemente a un masón como Presidente de
Francia reclamando el mismo derecho como consecuencia de la herencia que la
República recibió de la monarquía Borbón".
El
Papa Pío X estaba agudamente consciente de ambos, tanto los infiltrados como
los peligros perturbadores son reflejados en sus encíclicas. En su Encíclica de
1907
Pascendi Dominici Gregis, "Sobre la Doctrina
de los Modernistas" Pío X escribe:
"Lo que sobre todo exige de Nos que rompamos sin dilación el silencio es
que hoy no es menester ya ir a buscar los fabricantes de errores entre los
enemigos declarados: se ocultan, y
ello es objeto de grandísimo dolor y angustia, en el seno y gremio mismo de la Iglesia, siendo enemigos tanto más
perjudiciales cuanto lo son menos declarados.
Hablamos, venerables
hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más
deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia,
faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e
impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos
errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda
modestia, como restauradores de la
Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más
sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del
divino Redentor, que con sacrílega
temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre”[14].
El
Papa se manifiesta así gravemente preocupado por los partidarios del error que
se ocultan dentro del mismo clero. ¿Refleja esta advertencia preocupaciones
derivadas de la cuestión Rampolla?, se pregunta Heimbichner, y se responde: Desde luego,
parecería posible, si no probable.
Aún
más significativa es la primera encíclica del Papa San Pío X, E Supremi Apostolatus, "Sobre la Restauración de Todas
las Cosas en Cristo," dada el 4 de octubre de 1903. En este documento
leemos la declaración alarmante que:
"Quien considere todo esto tendrá que admitir de
plano que esta perversión de las almas es como una muestra, como el prólogo de
los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el hijo de la
perdición (2 Tes. 2:3),
de quien habla el Apóstol"[15].
El
Papa estuvo claramente preocupado porque el Anticristo puede haber estado ya
presente entre hombres. Algo debe haber sucedido como para sacudir al Papa a
este punto a principios de su pontificado.
Una
pista de la causa de su alarma es dada por el Papa cuando continúa en la misma
encíclica señalando: "...Por el contrario -esta es la señal propia del Anticristo según el mismo Apóstol-, el hombre mismo con
temeridad extrema se ha colocado en el
lugar de Dios..."[16].
El
estudio de Craig Heimbichner, concluye con un llamado elocuente: “ciertas
preguntas permanecen para que todos nosotros reflexionemos: ¿si las Logias casi
obtuvieron una victoria sobre el Vaticano hace mucho tiempo, dejarían de
intentarlo? ¿Por qué se frenarían? ¿No serían animados a continuar con su
propósito? ¿Y qué habrían intentado hacer posteriormente? (…) Si no
recuperamos esta vigilancia importante, seremos testigos -cada vez más- cómo
la Iglesia Católica Romana se conforma según la imagen de la gnosis, que expone
con creciente temeridad el Culto del Hombre hasta que la Mano de Dios
intervenga”[17].
[1] Véase el interesante artículo de Craig Heimbichner, “¿Un masón casi se convierte en Papa?”, Patria
Argentina 223 (2006); Trad. de "Did a
Freemason Almost Become Pope? The
Story of Cardinal Rampolla", en: Catholic Family News; Niagara Falls, New York, Agosto de
2003.
[2] Pike (1859-1891), es un testimonio destacado por su gran influencia,
dirigió la rama políticamente más influyente de los altos grados de la
masonería, Gran Maestro del Rito Escocés.
[3] Albert
Pike, Moráis and Dogma of the Ancient and Accepted
Scottish Rite of Free- masonty, p. 817.
[4] Carta Encíclica de León XIII condenando a la Masonería y otras sectas
(1884).
[5] John Vennari, The Permanent Instruction of the Alta Vendita: A Masonic Blue-print for
the Subversión of The Catholic Church. Cit. en: Craig Heimbichner, op. cit. 2003.
[6] Monseñor Ernesto Jouin (1844-1932), enemigo implacable
de la Masonería, era Protonotario Apostólico y Párroco de San Agustín en París,
Francia. En 1913, fundó la Liga de Católicos Franceses
(Franco-Catholique Ligue) para la defensa patriótica y social. El 23 de marzo
de 1918, Monseñor Jouin también fundó, con la aprobación de la Santa Sede, la Revista Internacional de Sociedades Secretas (Revue
Internationale des Sociétés Secretes). De este modo, Monseñor Jouin alcanzó
la reputación de una suerte de Sherlock Holmes clerical, capaz de descubrir la
intriga Talmúdica y Masónica. A tal efecto, acuñó el término apropiado
"Judeo masónico". En una audiencia privada, el Papa Pío XI pidió a
Monseñor Jouin que continuara su combate contra la Masonería. En 1918, el
Papa Benedicto XV elogió a Monseñor Jouin por arriesgar su vida para combatir
las sectas Masónicas; un año más tarde -el 20 de junio de 1919- el Vaticano
formalmente lo elogió, en una carta firmada por el Cardenal Gasparri,
Secretario de Estado. La nota concluyó con las palabras, "Su Santidad se complace en felicitarlo y animarlo con su
trabajo, cuya influencia es tan importante en alertar a los fieles y en
ayudarlos a luchar con eficacia contra las fuerzas apuntadas a la destrucción
no solamente de la religión, sino de la totalidad del orden social" (David
Kertzer, The Popes Against the Jews, pp. 268-69.)
[7] Craig Heimbichner, Op. Cit, p. 4.
[9] Cardinal James Gibbons, A retrospect of fifty years, Baltimore
–New York, John Murphy Company, 1916, p. 96.
[10] Prudencio Martínez Zuviría, El cardenal mason que no pudo ser Papa, Cardenal
Mariano Rampolla del Tindaro,
inédito, p 8.
[11] El Cardenal Rampolla causaba impresiones muy
favorables sobre aquellos que lo conocían. Ver, por ejemplo, las memorias de Francis Augustus MacNutt in A Papal Chamberlain: The Personal Chronicle of Francis Augustus
MacNutt, 1937.
[12] Georges Virebeau (seudónimo de
Henry Coston), Les Mystères des
francs-maçons, Publications Henry Coston, 1994, p. 28. Cit. en Prudencio Martínez Zuviría, p. 2.
[13] Craig Heimbichner, Op. Cit, p. 5.
[14] Pascendi Dominici Gregis, n. 1. http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_19070908_pascendi-dominici-gregis_sp.html
[15] “When all
this is considered there is good reason to fear lest this great perversity may
be as it were a foretaste, and perhaps the beginning of those evils which are
reserved for the last days; and that there may be already in the world the
"Son of Perdition" of whom the Apostle speaks (II. Thess. ii., 3)”.E Supremi, n. 5.
http://www.vatican.va/holy_father/pius_x/encyclicals/documents/hf_p-x_enc_04101903_e-supremi_en.html
[16] “man has with infinite temerity put
himself in the place of God, raising himself above all that is called God”, en:
E Supremi, n.
5, ibidem.
No hay comentarios:
Publicar un comentario