sábado, 7 de marzo de 2015

Testimonio de una mamá sobre su familia

A mediados de febrero recibimos el siguiente testimonio de una mamá de familia numerosa que transcribimos textualmente:
  "He leído la conferencia de prensa dada por Francisco en el vuelo de Manila Roma, del 19 de enero 2015 publicada en este sitio, aquí

y aún habiendo leído las aclaraciones del mons. Becciu sobre la cuestión de las familias numerosas, publicada en este sitio este sitio me gustaría plantear lo siguiente:


Si la medicina actual avanzó tanto e insiste cada vez más en lo importante de una actitud positiva frente a la enfermedad (el embarazo no lo es) ¿por qué el Papa retó a la mamá que iba a una séptima cesárea con la mejor disposición? ¿Por qué el Papa, cuando la mujer le respondió que confiaba en Dios, le retrucó que haber concebido en esa situación era tentar a Dios? En mi opinión, tentar a Dios habría sido decidir, por ejemplo: “Yo no voy a cesárea. Me quedo en casa para un parto natural. Confío en Dios, no en los médicos”.

¿Acaso apostar a la vida es tentar a Dios? ¿Y ser madre católica o cristiana en Irak, Siria, Pakistán, Gaza, Afganistán y tantos otros lugares de feroz y sanguinaria persecución al cristiano, es tentar a Dios? ¿Acaso esas madres y sus hijos tienen mucha posibilidad de vida? Las hijas que sobreviven ¿están salvaguardadas de ser secuestradas y vendidas como esclavas para convertirse desde niñas en esposa entre varias de un hombre? ¿ O deberán estas mujeres convertirse al islamismo para poder sobrevivir, y con el Corán en mano odiar y enseñar a sus hijos a perseguir y matar a “los infieles a Alá” y permitir que sus hijas queden reducidas a la esclavitud total de un esposo polígamo? Y la mujer china que concibe su segundo hijo ¿tienta a Dios?

¿O solo no tientan a Dios las mujeres saludables que no sobrepasan el número impuesto por los gobiernos internacionales? ¿Es ético que la mujer de países desarrollados reciba beneficios que el estado, para revertir la tasa de natalidad negativa, otorga a la mujer que concibe? ¿Acaso no estaría concibiendo por dinero?
¿Habría, San Francisco de Asís, de quien el Sumo Pontífice tomó el nombre papal, reñido, supongamos, a una leprosa embarazada? Creo que no, creo que habría bendecido a la supuesta madre (casada, soltera, en concubinato o de la calle) y al hijo en camino. Seguramente los leprosos que conocieron a este popular santo aprendieron muy bien que aún en la miseria, el dolor y la enfermedad (el embarazo no es falta de salud), Dios es un padre amoroso que provee. Creo que si Francisco de Asís viviera ahora tampoco diría en público lo que fue dicho en privado a una mujer que estaba feliz de estar nuevamente embarazada. Creo que san Francisco no tendría idea de tasas de natalidad, porcentajes y estadísticas.

Lo imagino invitando a todos a la pobreza y predicando y practicando las bienaventuranzas. No imagino a Madre Teresa, en plena época actual, regañando a las mujeres que, en extrema pobreza y condiciones de salud, tienen hijos. ¿Acaso no vino ella de una familia muy muy pobre?

Soy una mamá de 8 hijos que hoy tienen entre 16 y 29 años. Desde que me casé viví tanto momentos felices como otros de angustia o tristeza, pero nunca dudé de que mis hijos eran una bendición. Soy una simple laica, sensible a las calificativos que me han proferido: coneja, irresponsable, sometida, marginada, ignorante y otros más. También las felicitaciones recibidas me han alegrado y alentado.
Hace más de dos años comencé a cursar un cáncer avanzado: He puesto la mejor disposición y además rezo mucho, rezan mis hijos y mi esposo, mis hermanos, primos, sobrinos, parientes, amigos, mi familia política, sacerdotes conocidos y que no conozco y
laicos cuya identidad ignoro y que participan de cadenas o grupos de oración en las que algún buen amigo propuso rezar por mí. Siento la fuerza de la oración.

Sin embargo, la sombra de la depresión o la pérdida de esperanza oscurece mi alma en muchos momentos. En ellos, a menudo, pensar en mis hijos y mi marido, es una de las chispas que enciende el motor de la lucha y nuevamente la paz invade mi alma para disponerme a cumplir con la voluntad de Dios. Estuve internada varias veces compartiendo la habitación con dos mujeres distintas en cada sesión de quimioterapia. Observé que las mujeres con hijos eran la que mejor actitud ponían.

Mi tratamiento se da a tres horas de donde vivo, lo cual requiere que una de mis hijas acompañe a mi marido para turnarse diariamente en el día y la noche cuando estoy internada. El resto se organiza en casa para cocinar, rezar, ir a la escuela, trabajar, atender a la tía abuela de 90 años y ¿por qué negarlo?, pelear también.
San Pablo, un “recién llegado” a la Iglesia, riñó con San Pedro y tuvo desavenencias con otros discípulos. Yo no soy apóstol, ni mucho menos santa. Soy una católica de muy bajo perfil, pero soy Iglesia también y siendo madre responsable intento ser laica responsable, por lo que me atrevo a opinar sobre lo que el Papa dijo.

Todo católico debe actuar en consonancia con el espíritu evangélico que nos invita a hacer su voluntad confiando en la divina providencia. En ella confiaba tanto el santo de Asís, que llamaba “hermana” a la misma muerte. Dios es misericordioso pero nos pide entrar a su reino (que no es de este mundo) por la puerta estrecha. Los católicos, tal vez hoy más que nunca, tenemos qué discernir qué palabras del Papa son correctas y cuáles no lo son. Las que dijo en esta conferencia, no están dichas según el espíritu evangélico: no encuentro ningún lugar de la Santa Biblia que las justifique. No juzgo las intenciones del Papa, pero cuando habla, adhiero a las que hacen eco de la Palabra de Dios, del magisterio de la Iglesia y de lo testimoniado por los santos, sin considerar si me gustan o disgustan. Tenemos que seguir a Cristo, no a la opinión pública.

Al asumir el papado, el Santo Padre pidió rezáramos por él. Lo hago ahora también por todas las mamás que se sintieron ofendidas o desanimadas por sus expresiones. Y extiendo mi oración para que las mamás a quienes Dios les manda un hijo no deseado, o conciban en circunstancias adversas, no sean tentadas por un aborto: Innumerables mujeres que abortaron reconocen que en el fondo no deseaban hacerlo. Explican que las circunstancias adversas, los comentarios negativos, el temor, la presión cultural, los mismos médicos, el qué dirán y otras causas que no alcanzan a precisar, las sumergieron en una depresión que las llevó a hacer una aborto que no les trajo sino angustia, mayor depresión y un alto riesgo de salud. 

Rezo para que Francisco, antes de hablar, medite bien qué huellas imprimirán en las almas todas sus palabras y que siempre hable según el espíritu evangélico. Rezo también, por las mujeres que desean tener una familia numerosa y ejemplarmente se someten a los recursos médicos que no contradicen la ley natural que todos debemos cumplir".

María del Carmen Maraggi
DNI: 13.242.888
mcmaraggigutierrez@gmail.com
San Rafael, Argentina

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