Artículo publicado el 19 de setiembre de 2014
−Padre, Padre… ¿tiene una Biblia Católica para venderme? Es que la mía
está fallada. Me parece que no es católica. Tiene algunas páginas demás.
−Vea acá dice: “Desde el comienzo Dios los
hizo varón y mujer… De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues
bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,5-6); y
también dice que “se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba,
preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»… Jesús les dijo: lo que
Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a
preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con
otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa
con otro, comete adulterio” (Mc 10,2-12). También tiene esta otra “quien
coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la
Sangre del Señor” (1 Cor 11,27). También dice que “…llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana
doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una
multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad
para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4,3-4). Hay varias citas más. Me parece que no es católica porque no va con el
concepto de Misericordia que leo en los diarios.
El Padre se quedó en silencio. No supo qué contestarme.
Está más claro que el agua. Se lea el diario que se lea (La Repubblica,
Il Mattino, La Nación) se ve claramente la estrategia: debe primar la
misericordia (sus representantes y dispensadores son Kasper y de allí para
abajo y para arriba los que se alinean).
Kasper lo dijo claramente el pasado 11 de
marzo en L’Osservatore Romano: “Con respecto a la pregunta [de la comunión a
los divorciados], hay una gran expectativa en la Iglesia. Sin duda, no podemos
responder a todas las expectativas. Pero si repetimos sólo las respuestas que
siempre se han dado, esto llevaría a una terrible decepción (…) Si no lo
queremos, más bien, entonces no deberíamos tener ningún sínodo sobre nuestro
tema, porque en ese caso la situación posterior sería peor que la anterior “.
O sea el Sínodo se hace para esto, si no que no se haga. O el Sínodo hace lo
que manda Kasper o no se hace.
Hoy nos cuenta la inefable Elizabetta Piqué que ayer Francisco ha
dicho: "Aún custodiando
celosamente la pasión por la verdad, no derrochen sus energías para
contraponerse y enfrentarse, sino para construir y amar", a decenas de
flamantes obispos en la sala Clementina del Palacio Apostólico[1].
Supongo que el Papa se está refiriendo al “teólogo de rodillas” Kasper, que es
el que ha generado todo el enfrentamiento con su discurso en el Consistorio y
sigue haciéndolo en cada entrevista.
El misericordioso Kasper
ha dicho: "Algunos del próximo
Sínodo quieren una guerra ideológica. La doctrina de la Iglesia está abierta,
ellos quieren una verdad cristalizada. El objetivo de la controversia no soy
yo, sino el Papa" (…) "No hay duda de la Doctrina de la Iglesia, que,
sin embargo, puede profundizada. La doctrina no está cerrada. Se trata de
discutir la aplicación de la doctrina en situaciones complejas" (…) Y
ante el comentario del periodista acerca del libro "Permanecer en la
verdad de Cristo" (Muller, Burke, Brandmüller, De Paolis, Caffara) que dice
que el documento base para el Sínodo redactado por Kasper está en contra de la
Verdad, el Cardenal contesta: "Todos
somos de la verdad"[2].
O sea, según todas estas
expresiones los defensores de la Fe y la Verdad son inmisericordes, los que
acomodan la doctrina o la pastoral son los misericordiosos (“maestros que les halaguen el oído” otra traducción dice más
claramente “maestros
conforme a sus propias concupiscencias” 2 Tim 4,3).
Como ha dicho el Cardenal De
Paolis: “«Misericordia» es otra palabra
fácilmente expuesta a los equívocos, como también la palabra «amor» con la cual
fácilmente se la identifica. (…) Porque se la une con el amor, la misericordia,
viene presentada en contraste con el derecho y la justicia. Pero se sabe bien
que no existe amor sin justicia, y sin verdad y obrando contra la ley, sea
humana que divina. San Pablo contra quienes interpretaban erróneamente sus
afirmaciones sobre el amor, dirá que la regla es «el amor que cumple las obras
de la ley» (Gal 5, 13-18). Dios perdona siempre, porque quiere la salvación de
todos nosotros. Pero Dios no puede perdonarnos si nosotros estamos fuera del
camino de la salvación y perseveramos así. En este caso el amor de Dios se
manifiesta en la reprensión y en la corrección, no en la «misericordia», que
sería una legitimación imposible, que llevaría a la muerte o la confirmaría”.
Lo ha dicho claramente Monseñor
Schneider y lo dice el sentido común: “No
es misericordia, por ejemplo, si alguien tiene una enfermedad que lo dejemos en
un estado miserable. Esto es crueldad. Yo no le daría, por ejemplo, azúcar a un
diabético, sería cruel de mi parte. Me gustaría tratar de sacar a alguien de
esta situación y darle otras comida. Tal vez a ellos no les guste, para
empezar, pero será mejor para ellos. Aquellos clérigos que quieren admitir a
los divorciados casados de nuevo a la Santa Comunión operan con un falso
concepto de la misericordia. Es comparable con un médico que da azúcar al
paciente, aunque sabe que lo matará. El alma es más importante que el cuerpo”.
La verdad es clara y limpia como el
agua. Juan Pablo II dijo la verdad sobre el Matrimonio cuando en Córdoba, en
1987, cuando decía: “El verdadero amor no existe si no es fiel, y no puede
existir si no es honesto. Tampoco existe pacto conyugal verdadero si no hay de
por medio un compromiso que dura hasta la muerte”.
Pío XII le había dicho a los párrocos
de Roma, el 16 de marzo 1946, que “el matrimonio entre bautizados
válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ningún poder en la
tierra, ni siquiera por la Suprema Autoridad Eclesiástica”.
El
P. Carlo Buzzi, misionero desde hace 39 años en Bangladesh ha escrito con
sencillez y claridad: “En el matrimonio
el ministro son los propios esposos, la materia su cuerpo y su alma, la fórmula
es la promesa y el acontecimiento milagroso es que se convierten en una sola
persona. Enseñamos que el sacramento se llama así porque produce un
acontecimiento sobrenatural que no vemos con nuestros ojos, pero que es
grandioso y real a los ojos de Dios. En lo que respecta al matrimonio
explicamos que lo milagroso es, precisamente, que tras la promesa frente a Dios
los dos esposos se convierten en una sola persona como si hubieran sido unidos
con cola o soldados a 5.000 grados. Ahora bien, si se elimina este
acontecimiento milagroso del matrimonio católico ¿qué debemos poner en su
lugar?”.
Quisiéramos
sacerdotes y obispos que dijeran convencidos como San Ezequiel Moreno Díaz:
“No
puedo callar: soy Obispo precisamente para enseñar la verdad a mis diocesanos;
soy pastor para dar a mis ovejas la voz de alerta contra los que, bajo disfraz
de ovejas, pretenden introducir en mi rebaño pastos envenenados, doctrinas
condenadas por la Iglesia: hablaré al menos cuando oiga que se hable contra
Jesucristo o su Iglesia, sembrando entre mis hijos la duda, el desaliento y el
error” (San Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, Colombia).
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