domingo, 8 de marzo de 2015

El Sínodo, la verdad y la misericordia



Artículo publicado el 19 de setiembre de 2014
 
Padre, Padre… ¿tiene una Biblia Católica para venderme? Es que la mía está fallada. Me parece que no es católica. Tiene algunas páginas demás.
Vea acá dice: “Desde el comienzo Dios los hizo varón y mujer… De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,5-6); y también dice que “se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?»… Jesús les dijo: lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,2-12). También tiene esta otra “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor” (1 Cor 11,27). También dice que “…llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros que les halaguen los oídos, y se apartarán de la verdad para escuchar cosas fantasiosas” (2 Tim 4,3-4). Hay varias citas más. Me parece que no es católica porque no va con el concepto de Misericordia que leo en los diarios.

El Padre se quedó en silencio. No supo qué contestarme.

Está más claro que el agua. Se lea el diario que se lea (La Repubblica, Il Mattino, La Nación) se ve claramente la estrategia: debe primar la misericordia (sus representantes y dispensadores son Kasper y de allí para abajo y para arriba los que se alinean).

Kasper lo dijo claramente el pasado 11 de marzo en L’Osservatore Romano: “Con respecto a la pregunta [de la comunión a los divorciados], hay una gran expectativa en la Iglesia. Sin duda, no podemos responder a todas las expectativas. Pero si repetimos sólo las respuestas que siempre se han dado, esto llevaría a una terrible decepción (…) Si no lo queremos, más bien, entonces no deberíamos tener ningún sínodo sobre nuestro tema, porque en ese caso la situación posterior sería peor que la anterior “. O sea el Sínodo se hace para esto, si no que no se haga. O el Sínodo hace lo que manda Kasper o no se hace.

Hoy nos cuenta la inefable Elizabetta Piqué que ayer Francisco ha dicho: "Aún custodiando celosamente la pasión por la verdad, no derrochen sus energías para contraponerse y enfrentarse, sino para construir y amar", a decenas de flamantes obispos en la sala Clementina del Palacio Apostólico[1]. Supongo que el Papa se está refiriendo al “teólogo de rodillas” Kasper, que es el que ha generado todo el enfrentamiento con su discurso en el Consistorio y sigue haciéndolo en cada entrevista.

El misericordioso Kasper ha dicho: "Algunos del próximo Sínodo quieren una guerra ideológica. La doctrina de la Iglesia está abierta, ellos quieren una verdad cristalizada. El objetivo de la controversia no soy yo, sino el Papa" (…) "No hay duda de la Doctrina de la Iglesia, que, sin embargo, puede profundizada. La doctrina no está cerrada. Se trata de discutir la aplicación de la doctrina en situaciones complejas" (…) Y ante el comentario del periodista acerca del libro "Permanecer en la verdad de Cristo" (Muller, Burke, Brandmüller, De Paolis, Caffara) que dice que el documento base para el Sínodo redactado por Kasper está en contra de la Verdad, el Cardenal contesta: "Todos somos de la verdad"[2].

O sea, según todas estas expresiones los defensores de la Fe y la Verdad son inmisericordes, los que acomodan la doctrina o la pastoral son los misericordiosos (“maestros que les halaguen el oído” otra traducción dice más claramente maestros conforme a sus propias concupiscencias” 2 Tim 4,3).

Como ha dicho el Cardenal De Paolis: “«Misericordia» es otra palabra fácilmente expuesta a los equívocos, como también la palabra «amor» con la cual fácilmente se la identifica. (…) Porque se la une con el amor, la misericordia, viene presentada en contraste con el derecho y la justicia. Pero se sabe bien que no existe amor sin justicia, y sin verdad y obrando contra la ley, sea humana que divina. San Pablo contra quienes interpretaban erróneamente sus afirmaciones sobre el amor, dirá que la regla es «el amor que cumple las obras de la ley» (Gal 5, 13-18). Dios perdona siempre, porque quiere la salvación de todos nosotros. Pero Dios no puede perdonarnos si nosotros estamos fuera del camino de la salvación y perseveramos así. En este caso el amor de Dios se manifiesta en la reprensión y en la corrección, no en la «misericordia», que sería una legitimación imposible, que llevaría a la muerte o la confirmaría”.

Lo ha dicho claramente Monseñor Schneider y lo dice el sentido común: “No es misericordia, por ejemplo, si alguien tiene una enfermedad que lo dejemos en un estado miserable. Esto es crueldad. Yo no le daría, por ejemplo, azúcar a un diabético, sería cruel de mi parte. Me gustaría tratar de sacar a alguien de esta situación y darle otras comida. Tal vez a ellos no les guste, para empezar, pero será mejor para ellos. Aquellos clérigos que quieren admitir a los divorciados casados ​​de nuevo a la Santa Comunión operan con un falso concepto de la misericordia. Es comparable con un médico que da azúcar al paciente, aunque sabe que lo matará. El alma es más importante que el cuerpo”.

La verdad es clara y limpia como el agua. Juan Pablo II dijo la verdad sobre el Matrimonio cuando en Córdoba, en 1987, cuando decía: “El verdadero amor no existe si no es fiel, y no puede existir si no es honesto. Tampoco existe pacto conyugal verdadero si no hay de por medio un compromiso que dura hasta la muerte”.

Pío XII le había dicho a los párrocos de Roma, el 16 de marzo 1946, que “el matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ningún poder en la tierra, ni siquiera por la Suprema Autoridad Eclesiástica”.

El P. Carlo Buzzi, misionero desde hace 39 años en Bangladesh ha escrito con sencillez y claridad: “En el matrimonio el ministro son los propios esposos, la materia su cuerpo y su alma, la fórmula es la promesa y el acontecimiento milagroso es que se convierten en una sola persona. Enseñamos que el sacramento se llama así porque produce un acontecimiento sobrenatural que no vemos con nuestros ojos, pero que es grandioso y real a los ojos de Dios. En lo que respecta al matrimonio explicamos que lo milagroso es, precisamente, que tras la promesa frente a Dios los dos esposos se convierten en una sola persona como si hubieran sido unidos con cola o soldados a 5.000 grados. Ahora bien, si se elimina este acontecimiento milagroso del matrimonio católico ¿qué debemos poner en su lugar?”.

Quisiéramos sacerdotes y obispos que dijeran convencidos como San Ezequiel Moreno Díaz: No puedo callar: soy Obispo precisamente para enseñar la verdad a mis diocesanos; soy pastor para dar a mis ovejas la voz de alerta contra los que, bajo disfraz de ovejas, pretenden introducir en mi rebaño pastos envenenados, doctrinas condenadas por la Iglesia: hablaré al menos cuando oiga que se hable contra Jesucristo o su Iglesia, sembrando entre mis hijos la duda, el desaliento y el error” (San Ezequiel Moreno Díaz, obispo de Pasto, Colombia).

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