Aprovechando que un blog amigo aconseja la lectura del libro "El despertar de la señorita Prim" (entrando en este link de Que no te la cuenten se puede descargar), se nos ocurre dar a difusión uno de los párrafos excelentes acerca de la cuestión del matrimonio y la rutina.
Para quienes no hayan leído el libro en este pasaje, se encuentra la protagonista, Prudencia Prim, hablando con otras dos mujeres del pueblo, Hortensia y Emma, acerca del matrimonio. Las otras aconsejan a Prudencia Prim a buscar la armonía como cualidad fundamental para decidir acerca de un futuro marido.
"—Me parece que no nos hemos explicado nada bien, Prudencia —dijo Hortensia—. No es el marido lo que debe ser armónico, no es en él donde debe buscar la armonía, no. Es en el matrimonio, es en la combinación de ambos donde debe hallarla.
—Y no solo eso —añadió su amiga—, sino también en la rutina, especialmente en la rutina. ¿No es cierto?
—Desde luego que lo es. Por supuesto que en ese sentido el pobre Balzac no tenía razón alguna, no sabía nada del asunto —dijo la florista mientras llenaba de nuevo la tetera.
—¿Balzac? —preguntó la señorita Prim algo confusa. (...) —Pero ¿qué decía Balzac sobre el matrimonio? —insistió la bibliotecaria.
—Decía que el matrimonio debe luchar siempre contra un oscuro monstruo —señaló Emma con un guiño.
—Se refería a la rutina —apuntó su amiga.
—¿Y no es cierto?
—En absoluto. No solo no es cierto, sino que es el mayor engaño del mundo, Prudencia. La causa de mucho sufrimiento, créame.
Emma Giovanacci carraspeó ligeramente y, acercando su silla a la mesita de té, se dispuso de nuevo a hablar:
—¿Ha visto usted alguna vez las flores que crecen en la estepa rusa?
La señorita Prim contestó que, lamentablemente, jamás había visitado la estepa rusa.
—Pues debería usted hacerlo. La estepa calmuca, cerca de Stalingrado, es un lugar triste, árido y monótono. Si viaja usted allí en invierno resulta desolador para el alma. Pero pruebe a llegar allí en primavera y verá lo que encuentra.
La bibliotecaria levantó las cejas en espera de una respuesta.
—Tulipanes —susurró Emma Giovanacci.
—¿Tulipanes?
—Tulipanes. Frescos y delicados tulipanes silvestres. Tulipanes que nacen cada año y cubren la estepa sin que nadie los plante. Pues de eso exactamente se trata, Prudencia. La rutina es como la estepa; no es ningún monstruo, es un alimento. Si logra usted hacer que algo crezca allí, puede estar segura de que ese algo será fuerte y verdadero. Son las pequeñas cosas de cada día de las que hablábamos antes. Pero el pobre Balzac, con todo su sentimentalismo romántico y sombrío, no podía saberlo, ¿verdad?
—Las pequeñas cosas. —repitió la señorita Prim."
—Y no solo eso —añadió su amiga—, sino también en la rutina, especialmente en la rutina. ¿No es cierto?
—Desde luego que lo es. Por supuesto que en ese sentido el pobre Balzac no tenía razón alguna, no sabía nada del asunto —dijo la florista mientras llenaba de nuevo la tetera.
—¿Balzac? —preguntó la señorita Prim algo confusa. (...) —Pero ¿qué decía Balzac sobre el matrimonio? —insistió la bibliotecaria.
—Decía que el matrimonio debe luchar siempre contra un oscuro monstruo —señaló Emma con un guiño.
—Se refería a la rutina —apuntó su amiga.
—¿Y no es cierto?
—En absoluto. No solo no es cierto, sino que es el mayor engaño del mundo, Prudencia. La causa de mucho sufrimiento, créame.
Emma Giovanacci carraspeó ligeramente y, acercando su silla a la mesita de té, se dispuso de nuevo a hablar:
—¿Ha visto usted alguna vez las flores que crecen en la estepa rusa?
La señorita Prim contestó que, lamentablemente, jamás había visitado la estepa rusa.
—Pues debería usted hacerlo. La estepa calmuca, cerca de Stalingrado, es un lugar triste, árido y monótono. Si viaja usted allí en invierno resulta desolador para el alma. Pero pruebe a llegar allí en primavera y verá lo que encuentra.
La bibliotecaria levantó las cejas en espera de una respuesta.
—Tulipanes —susurró Emma Giovanacci.
—¿Tulipanes?
—Tulipanes. Frescos y delicados tulipanes silvestres. Tulipanes que nacen cada año y cubren la estepa sin que nadie los plante. Pues de eso exactamente se trata, Prudencia. La rutina es como la estepa; no es ningún monstruo, es un alimento. Si logra usted hacer que algo crezca allí, puede estar segura de que ese algo será fuerte y verdadero. Son las pequeñas cosas de cada día de las que hablábamos antes. Pero el pobre Balzac, con todo su sentimentalismo romántico y sombrío, no podía saberlo, ¿verdad?
—Las pequeñas cosas. —repitió la señorita Prim."
O sea que la rutina puede ser el alimento, la base nutricia de las mejores flores de un matrimonio.
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