sábado, 28 de febrero de 2015

Secularismo y tolerancia religiosa (1 de 2)

La Verdad Desnuda sobre la tolerancia como excusa para sacar imágenes religiosas 1/2

Actualmente hay toda una campaña mundial de secularización de los espacios públicos. En nuestra propia ciudad de San Rafael, se presenta como un "derecho humano" el impedir que haya ningún tipo de símbolo religioso en la vía pública o en las instituciones[1]. Hace muy poco vimos el atentado terrorista contra el periódico Charlie Hebdo y las voces levantándose en pro del "derecho a blasfemar".
Como creemos que, efectivamente, la historia es maestra de la vida como decían los antiguos, es que proponemos examinar brevemente un hecho histórico poco conocido que puede arrojar luz sobre los sucesos actuales.

Reforma eclesiástica en el siglo XIX: violencia y represión
            Es sabido que la década de 1820 fue la de la reforma eclesiástica en la Argentina, en la capital y también el interior del país. Lo que es habitualmente ignorado es el grado de violencia sanguinaria con la que se impidió la protesta y la oposición a dicha reforma.
            Un autor que desde hace varios años viene reescribiendo la historia de la Iglesia en la Argentina (en clave marxista y anticlerical) dice sobre esta época: 

“Los debates en torno a la reforma eclesiástica y la tolerancia religiosa, dos cuestiones cardinales del proceso de secularización, marcaron a fuego la década de 1820. Con secularización aludo a la modificación del lugar de la religión en la vida colectiva, no a su marginación o desaparición”. 

Más adelante agrega: 

“Desde el caso radicalizado de Buenos Aires hasta los más tímidos y limitados del interior, las reformas cosechan críticas, pero se discute más su oportunidad y sus modalidades que la necesidad de implementar alguna”[2]

Con esto da a entender que todos estaban de acuerdo en la necesidad de hacer la reforma eclesiástica sólo que había diferentes opiniones acerca de cómo llevarla a cabo.
         Esto no fue así. Hubo levantamientos populares contra la reforma que fueron reprimidos sangrientamente (¿terrorismo de estado?).
En Buenos Aires, el ministro Rivadavia durante el gobierno de Martín Rodríguez, impuso unas medidas que limitaban el poder de la Iglesia al suprimir derechos reconocidos a los eclesiásticos y a las órdenes religiosas. Dice Saldías:

“Desde luego, Rivadavia se apoderó de los resortes del Gobierno para incrustar a éste, por decirlo así, su pensamiento y su acción eficientes. […] Uno de los puntos más difíciles y más arduos que atacó Rivadavia fiando quizá demasiado en los prestigios de la autoridad recién cimentada, fue el de la reforma eclesiástica”.

Y si bien el autor opina que “algunos escritores […] han presentado a Rivadavia como un anticristo en el gobierno de Buenos Aires, atribuyéndole móviles que no tuvo”[3] nos explica los detalles de la reforma y sobre todo de lo que aquí nos interesa: la represión de los opositores. A las órdenes religiosas (Betlemitas, Mercedarios, Recoletos, etc.) se les confiscaron bienes, por ejemplo la huerta de los Recoletos donde hizo construir un cementerio no dependiente de la Iglesia (el conocido como “de la Recoleta”). La prensa, dice Saldías, fue el gran apoyo de la reforma, aunque allí también surgió la pluma opositora del fraile Castañeda con sus variados periódicos entre los cuales se cuenta La Verdad Desnuda.

“Hasta se llegó a prohibir la entrada de la ciudad a los ministros del culto que no tuviesen salvoconducto. Es sabido que dichas medidas provocaron el motín de 1823, y que los revoltosos se habían reunido gritando vivas a la religión y mueras a los herejes”[4].

Saldías dice que los sublevados fueron conocidos como Las tropas de la Fe, que los conjurados recibían el aliento y los escapularios proporcionados por los sacerdotes. La rebelión se produjo en la noche del 19 de marzo de 1823 y fue reprimida con rapidez y violencia. Picirilli ha dado los detalles de la sublevación y la durísima represión que le siguiera. Cita a Valentín Alsina en sus notas a Civilización y Barbarie de Sarmiento, donde expone: “El grito de los sublevados era: ‘Viva la religión’. Llegaron hasta la plaza mayor, y fueron rechazados, murieron algunos y prendiéndose después a algunos complicados que fueron pública y solemnemente juzgados…”[5]. Picirilli, a la vista de los hechos, afirma que Rivadavia no conoció los titubeos. “La persecución y el sumario brevísimo rematando con la muerte en la plaza pública fueron esta vez, como otras, el telón corrido sobre el drama”[6].

Rivadavia, a cargo del gobierno, ordenó al coronel Dorrego que:

“diese una batida por los campos próximos a la capital, y dispersase, aprehendiese o destruyese cuanto grupo sospechosos encontrase, dándole al efecto facultades amplísimas y recomendándole que le trajese al doctor Tagle [jefe del movimiento] vivo o muerto. Y para demostrar que estaba dispuesto a usar de severidad tan imponente como la que usó en el Triunvirato del año 1812, mandando a ahorcar a don Martín de Álzaga y otros en la plaza de la Victoria, Rivadavia expidió una proclama al pueblo, en los siguientes términos, que no se habían estampado hasta entonces: ‘El Gobierno delegado, que por la vía de hecho os ha restituido a la tranquilidad, creedle, por todas las vías a su arbitrio ha de mantenerla, o ha de pagar bien caro todo el que se arroje a perturbarla’. Al día siguiente, Rivadavia expidió un Acuerdo por el cual ofrecía dos mil pesos a cualquiera del pueblo que aprehendiese o persiguiese al doctor don Gregorio Tagle o dijese su paradero; y doscientos pesos”[7]

por los demás sublevados, exigiendo al Obispado que destituyese o exiliase a varios sacerdotes. Hubo fusilados en el foso de la fortaleza el 24 de marzo, también el 12 de abril, algunos clérigos y ciudadanos fueron desterrados por siete años y otros enviados presos a la Isla Martín García. Dorrego encontró al Doctor Tagle y dice Saldías que “elevándose en generosidad, grande y caballero antes que todo, montó con él a caballo y lo embarcó para la Colonia… ¡Cruel ironía del destino! Cinco años después, el mismo Dorrego […] era fusilado, sin forma de juicio […] nada más que por orden del general don Juan Lavalle”[8].

Conclusión
El gobierno de las Luces y la Tolerancia hizo fusilar a cualquiera que se opusiera a sus planes.
Guarda con los que hoy invocan la tolerancia para impedir a otros sus creencias, son los más sanguinarios. Lo dice un protagonista de la historia del siglo XX, Jorge Masetti:

“Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación y el grado de dependencia con Cuba, hubiéramos ahogado al continente en una barbarie generalizada. Una de nuestras consignas era hacer de la cordillera de los Andes la Sierra Maestra de América Latina, donde, primero, hubiéramos fusilado a los militares, después a los opositores, y luego a los compañeros que se opusieran a nuestro autoritarismo; y soy consciente de que yo hubiera actuado de esa forma”[9].




[1] Presentación efectuada por la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos para que se prohíban las imágenes religiosas en edificios públicos, calles, plazas, etc.
[2] Di Stefano, Roberto, Ovejas negras; Historia de los anticlericales argentinos, Buenos Aires, Sudamericana, 2010, p. 127 y 129.
[3] Saldías, Adolfo, Buenos Aires en el centenario, 1810-1834, capítulo VII. En: www.argentinahistorica.com.ar
[4] Verdevoye, Paul, Domingo Faustino Sarmiento; educar y escribir opinando (1839-1852), Buenos Aires, Plus Ultra, 1988, p. 12.
[5] Picirilli, Ricardo, “Las reformas económica-financiera, cultural, militar y eclesiástica del gobierno de Martín Rodríguez y su ministro Rivadavia”, en: Levene, Ricardo (dir) Historia de la Nación Argentina, Op. cit., vol VI, p. 366.
[6] Ibidem, p. 367.
[7] Saldías, Adolfo, Op. cit.
[8] Ibidem.
[9] Masetti, Jorge, El Furor y el Delirio; Itinerario de un hijo de la revolución cubana,  Barcelona, Tusquets, 1999, p. 275. Jorge Masetti es hijo del periodista Ricardo Masetti, amigo del Che Guevara y fundador de la agencia de noticias Prensa Latina. Jorge, fue miembro de la inteligencia cubana desde 1974 y fue miembro del ERP, de los sandinistas y combatió en Angola.

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