viernes, 20 de febrero de 2015

Educando a nuestros hijos y alumnos

Comenzamos este espacio con la clara intención de prestar alguna ayuda a padres y docentes en la difícil tarea de educar. Pedimos a Cristo Rey a María Reina nos ilumine en esta tarea, para mayor gloria de Dios y para el bien de la almas.

Padres y educadores estamos obligados hoy, al esfuerzo del asombro, para volver a descubrir esas verdades antiguas que de tan olvidadas parecen nuevas. Al esfuerzo de la sencillez y de la llaneza en un mundo dominado por la impostura, la mentira y los enredos. Al esfuerzo de la alegría cristiana, que nada tiene que ver con la risotada mal sonante y ridícula de progresistas y modernistas. Al esfuerzo del ejemplo, sostenido como un reto, frente a un ambiente permisivista, tolerante y componedor. Y por sobre todas las cosas, al esfuerzo del coraje claro y de la valentía probada, contra todos las voces torcidas que nos llegan de distintos lugares, aunque esto nos cueste, las comodidades, el trabajo o la propia vida.

Hoy más que nunca se necesita de un padre que sea capaz de dar la sangre por la custodia de sus hijos y que sepa que para educar se necesita del castigo (no de psicopedagogos), que no es violencia ni iracundia, porque el castigo de un padre a un hijo, como diría Fray Petit de Murat, es como las líneas de un dibujante, no tienen que ser trazadas con las manos, sino por la inteligencia. Se necesita de una infancia de juegos limpios, que rescaten doncellas al teñir de espadas de madera, apagando los televisores y corriendo al descampado. Se necesita de un esposos enamorado cada noche de la promesa nupcial y una esposa que reitere su fidelidad cada mañana, una mujer que tenga plena conciencia de que su mayor saber es el don de dar vida; y que su mejor perfección es el misterio de alumbrar otros seres.

Para educar se necesita el orden y el sentido común. El señorío sobre todas las cosas y la serenidad de distinguir y de jerarquizar en cada momento. No son los colores tornadizos, ni las palabras confusas ni la adaptación a las pedagogías modernas, las que deben imponer el ritmo a la familia. es el Decálogo, que nos enseña lo que debemos hacer, el Padrenuestro que nos guía las peticiones, los sacramentos que nos otorgan lo más valioso que debemos recibir, el Credo que nos vertebra las convicciones y la certezas, el rezo del Rosario en familia, la que asegura que ella resistirá firma y unida en la fe hasta la vida eterna.

En síntesis, hay que resistir. Hogar por hogar, cuadra a cuadra, parroquia a parroquia, hasta que con las casas construidas sobre piedras que aguanten las lluvias y los ríos salidos de cauce, podamos edificar, desafiantes, firmes y alegres, la realeza de Cristo en la Argentina.

(Tomado y adaptado de: Caponnetto, Antonio. La Misión Educadora de la Familia, Narnia, Mendoza, 1988, p. 5-21)

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