Santidad, Padres Sinodales, hermanos, represento a la Asociación de Médicos Católicos de Bucarest.
Pertenezco a la Iglesia Católica rumana de rito griego.
Mi padre era un
dirigente político cristiano que estuvo encarcelado durante diecisiete
años por los comunistas. Aunque mis padres estaban comprometidos para
casarse, no pudieron hacerlo hasta 17 años después.
Durante todos
aquellos años, mi madre esperó a mi padre, sin saber siquiera si estaría
aún vivo. Fueron heroicamente fieles a Dios y a su compromiso.
Su ejemplo demuestra que la gracia de Dios puede sobreponerse a unas circunstancias sociales terribles y a la pobreza material.
Los médicos católicos que defendemos la vida y la familia vemos que, ante todo, nos encontramos en una batalla espiritual.
La pobreza material y el consumismo no son la causa primera de la crisis de la familia.
La causa primera de
la revolución sexual y cultural es ideológica. Nuestra Señora de Fátima
dijo que los errores de Rusia se propagarían por todo el mundo.
Se hizo primero de forma violenta, con el marxismo clásico, matando a decenas de millones de personas.
Ahora se hace
mediante el marxismo cultural. Hay una continuidad, desde la revolución
sexual leninista, a través de Gramsci y de la Escuela de Frankfurt,
hasta la actual ideología de los derechos homosexuales y de género.
El marxismo clásico pretendía rediseñar la sociedad adueñándose por medios violentos de la propiedad.
Ahora la revolución va más lejos: pretende redefinir la familia, la identidad sexual y la naturaleza humana.
Esta ideología se
hace llamar progresista, pero no es otra cosa que la tentación de la
serpiente antigua para que el hombre se haga el amo, reemplace a Dios y
organice la salvación en este mundo.
Es un error de naturaleza religiosa; es gnosticismo.
Los pastores tienen la misión de reconocerlo y de alertar al rebaño de este peligro.
“Buscad, pues, primero el Reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura”.
La misión de la
Iglesia es salvar almas. En este mundo el mal proviene del pecado. No de
la disparidad de ingresos ni del “cambio climático”. La solución es:
Evangelización. Conversión.
No un dominio cada
vez mayor por parte de las autoridades. No un gobierno mundial. Esos son
hoy en día los agentes principales de la imposición del marxismo
cultural, por medio del control de la natalidad, la salud reproductiva,
los derechos de los homosexuales, la ideología de genero, etcétera.
Lo que el mundo necesita hoy en día no es que se limite la libertad, sino libertad verdadera, liberación del pecado. Salvación.
Nuestra Iglesia
estuvo prohibida durante la ocupación soviética. Pero ninguno de
nuestros doce obispos traicionó la comunión con el Santo Padre. Nuestra
Iglesia sobrevivió gracias a la determinación y el ejemplo de nuestros
obispos, que resistieron en las cárceles y entre el terror.
Nuestros prelados pidieron a los fieles que no siguieran al mundo. No que cooperan con los comunistas.
Ahora necesitamos
que Roma le diga al mundo: “Arrepentíos de vuestros pecados y volved a
Dios, porque el Reino de los Cielos está cerca”:
No sólo nosotros los
católicos laicos, sino también muchos cristianos ortodoxos están
rezando fervorosamente por este Sínodo. Porque, como ellos dicen, si la
Iglesia Católica se entrega al espíritu de este mundo, será muy difícil
para todos los demás cristianos resistirlo.
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