“Su vida fue un combate continuo, y en este combate conquistó lauros que enaltecen su memoria. Como escritor era el más fecundo y el más valiente de la época sin excluir al mismo don Juan Cruz Varela; y como hombre fue un patriota y un filántropo. Sus producciones que reunidas formarían algunos gruesos volúmenes, dejan mucho que desear, bajo el punto de vista del estilo, tosco e incorrecto en general […] En descargo de estos deslices literarios, cuya importancia era mucho menor que el éxito que alcanzaban sus escritos […] cada uno de esos periódicos tenía por objeto contestar a otros tantos adversarios que le salían al encuentro para herirlo, para ridiculizarlo pero jamás vencerlo; y que siempre tenía preparado material para veinte periódicos, en el caso probable de que se aliaran contra él otros veinte escritores con el fin de tomar por asalto su barricada, a la cual no pudieron llegar ni los halagos, ni los ofrecimientos del gobierno conmovido por él”[1].
Su biógrafo Capdevila dice de él:
“Sacerdote por vocación perfectamente segura, lo fue intachable. […] no son impulsos de ira sólo las fuerzas que lo impelen a entreverarse en esa lucha sin cuartel que le tocó librar como periodista: son simplemente sus más profundas y serenas convicciones. […] Sacerdote ante todo, peleó en la Prensa sólo en defensa de su investidura o de su fe. No halló nunca en el mundo cosa de más valimento que ser fraile. […] Sacerdotazo quiso ser, y lo fue”[2].
Saldías ha dicho, con acierto, de Castañeda que “fue un precursor esforzado de la prensa periódica” nos atreveríamos a agregar: de la prensa periódica verdaderamente independiente.
[1] Saldías, Adolfo, Historia de la Confederación Argentina, t I, p. 126.
[2] Capdevila, Arturo, “El periodismo de 1810 a 1827”, en: Historia de la Nación Argentina…, Op. cit., vol. VII, p. 468.
No hay comentarios:
Publicar un comentario