El pasado domingo I de Cuaresma la Liturgia de
la Santa Misa nos ofrecía el relato de las tentaciones de Cristo. Ya hemos
comentado en otra ocasión[1]
aquello del Padre Castellani cuando explica que con las mismas tentaciones que
fue tentado Cristo será tentada su Iglesia.
Ahora queremos detenernos en otra idea anterior de ese mismo sermón de Castellani. Es la siguiente. Nos dice Castellani:
“El
diablo tiene un poder grandísimo –eso muestra el Evangelio– y por otra parte es
un poder vano, porque se puede vencer “de palabra”, con la palabra de Dios.
Gran
encomio de la Escritura Sagrada hay en este Evangelio: Cristo vence las Tres
Tentaciones con el arma de la Escritura. Pero el poder del diablo es tremendo
en los que están desarmados. Cuando le dijo a Cristo: “Todo esto es mío y a quien yo quiera se lo doy”, mostrándole los
Reinos de la Tierra (en la política se puede decir que el diablo no tiene
rival) Cristo no le respondió: “¡Mentiroso! Todo esto es de Dios, no tuyo”; no
se metió a discutir con él, porque en algún sentido todo eso es, en efecto, del
diantre; en el sentido de que hoy día, por nuestros pecados él lo mangonea
todo. Él es el Fuerte Armado, es la Potencia de la Tinieblas, es el Príncipe de
este mundo, como lo designó Cristo en otros lugares”[2].
Y a pesar
de todo ese poder que el mismo Cristo le reconoce al Diablo, es vencido “de
palabra”, con la palabra de Dios… Si lo pensamos bien es sobrecogedora la
fuerza de la Palabra de Dios.
En otro
Sermón (II domingo de Cuaresma) resalta Castellani el hecho de que en varias
ocasiones Dios habla a los hombres, como cuando después de la transfiguración
dice “Este es mi Hijo amado, en quien me
complazco. Escuchadlo” (Mt. 17, 5). Era la voz de Dios el Padre pero
impersonada por un Ángel, dice el Padre Castellani y acota: “Si llega a ser la
voz del mismo Dios, ‘la que hace temblar las montañas’ como dice David…, los
Apóstoles no se levantan más”[3].
Y después
agrega:
“Si a los antiguos griegos, romanos y
galos les hubiesen dicho por la prensa, la radio y la televisión que sobre un
alto monte de Judea Dios acababa de hablar, se hubiesen puesto en marcha
multitudes innumerables, si no para alcanzar a oírlo a Dios, para alcanzar a
los testigos que lo oyeron; y saber de sus labios lo que dijo. Salvajes y
civilizados, grandes y chicos, no hubiesen perdonado bestia ni molestia para
hacer esa gran peregrinación, mayor que las Cruzadas; para saber qué dijo Dios.
Pero resulta que ahora lo que dijo Dios está en un librito de 12 ó 15 pesos [de
50 o 150 pesos] que sin moverme de mi cuarto puedo conseguir llamando por
teléfono a la librería… la que sea, no quiero hacer propaganda comercial; y a
los hombres no les interesa el librito ése: no lo leen, no lo compran, no lo
estudian: ni lo mentan. Ni regalado lo quieren. Y lo que es peor, hay gente que
lo lee, lo compra y lo estudia, para sacar de él divisiones, sectas, cismas,
herejías y la justificación de los más grandes desvíos morales. Esta es la
hechicera Humanidad”[4].
Pensaba
¡cuán cierto es esto! ¡Cuántos problemas del
mundo actual se resolverían verdaderamente si fuéramos fieles a la
Sagrada Escritura! ¡Cuántas respuestas que hoy se nos piden, podríamos dar y
vencer el mal, desde la fidelidad a la Sagrada Escritura!
Con motivo
de la publicación del Cardenal Kasper donde equipara el aporte a la tradición
de Lutero con los grandes santos de la Iglesia leía que en la opinión de Lutero
“Es imposible reformar la Iglesia si antes la teología y la filosofía
escolástica no son arrancadas de raíz”[5].
Una característica central del pensamiento tomista es que toda la doctrina
brota de la Sagrada Escritura.
Hoy
asistimos a un proceso de “protestantización de la Iglesia” al decir del Padre
Bojorge, y aunque Kasper afirme que hoy se vive “la centralidad de la
proclamación del Evangelio”, la realidad que vemos es que se procura (basta
como ejemplo muchas de las posturas sostenidas en el Sínodo de la Familia[6]) de
muy diversas formas y sistemáticamente, contradecirlo. Se intenta buscar
respuestas en otras palabras que no son las palabras de Dios. Así no podemos
vencer al Demonio.
[2] Castellani, Leonardo. El Evangelio de Jesucristo. Buenos
Aires, Theoria, 1963, p. 150.
[3] Ibidem,
p. 158.
[4] Ibidem.
[6] Declaraciones del Cardenal africanoSarah: «La idea de colocar el Magisterio en un joyero, separándolo de la
práctica pastoral, que puede cambiar según las circunstancias, las modas y las
pasiones, es una forma de herejía, una patología esquizofrénica peligrosa. Por
eso digo solemnemente que la Iglesia africana se opondrá firmemente a cualquier
rebelión contra la enseñanza de Jesús y el Magisterio».
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