jueves, 6 de agosto de 2015

Fariseísmo y apostasía


En la homilía correspondiente al décimo domingo después de Pentecostés el Padre Leonardo Castellani escribe estas líneas que compartimos y que creemos nos pueden ayudar a entender los tiempos que nos han tocado vivir, a comprender el norte que debe guiar nuestra conducta, a corregir errores, a entender el mal que nos aqueja y a rogar, de modo incesante, para tener "una fe más grande que las montañas":

Toda la biografía de Jesús de Nazareth como hom­bre se puede resumir en esta fórmula: "Fue el Mesías y luchó contra el fariseísmo"; o quizás más brevemen­te todavía: "Luchó con los Fariseos". Ese fue el traba­jo que personalmente se asignó Cristo como hombre: su Empresa. (...)

La vida de Cristo no fue un idilio ni un cuento de hadas ni una elegía, sino un drama. No hay drama sin antagonista. El antagonista de Cristo fue el fariseísmo, vencedor en apariencia, derrotado en realidad.

Sin el fariseísmo, toda la historia de Cristo fuera cambiada; y también la del mundo entero. Su Iglesia no hubiera sido como es ahora, y el mundo todo hu­biese seguido otro derrotero, con Israel a la cabeza: triunfante y no deicida y errante; derrotero entera­mente inimaginable para nosotros.

Sin el fariseísmo, Cristo no hubiera muerto en la cruz; y la Humanidad no sería esta Humanidad; ni la Religión, esta Religión. El fariseísmo es el gusano de la religión; y parece ser un gusano ineludible, pues no hay en este mundo fruta que no tenga gusano, ni institución sin su corrupción específica. Todo lo que es mortal mue­re; y antes de morir, decae. (...)

Es la soberbia religiosa: es la corrupción más gran­de de la verdad más grande: la verdad de que los valo­res religiosos son los más grandes. Eso es verdad; pero en el momento en que nos los adjudicamos, los perde­mos; en el momento en que hacemos nuestro lo que es de Dios, deja de ser de nadie, si es que no deviene propiedad del diablo. El gesto religioso, cuando toma conciencia de sí mismo, se vuelve mueca. No quiere decir que uno debe ignorar que es un gesto religioso; quiere decir que su objeto debe ser Dios y no yo mis­mo. El publicano decía: "Oh Dios, apiádate de mí, pe­cador". El fariseo pensaba: "Estoy rezando: conviene que rece bien porque yo soy yo; y hay que dar buen ejemplo a toda esta canalla". "No oréis a gritos, como los fariseos, ni digáis a Dios muchas cosas, como los paganos; vosotros cerrad la puerta y orad en lo escon­dido; y vuestro Padre, que está en lo escondido, os es­cuchará".

Decía don Benjamín Benavídez que el fariseísmo, tal como está descrito en los Evangelios, tiene como siete grados: 1- la religión se vuelve exterior y ostentatoria; 2- la religión se vuelve rutina y oficio; 3- la religión se vuelve negocio o "granjería"; 4- la religión se vuelve poder o influencia, medio de dominar al pró­jimo; 5- aversión a los que son auténticamente reli­giosos; 6- persecución a los que son religiosos de ve­ras; 7- sacrilegio y homicidio. Esto me fue dicho, aho­ra recuerdo, en San Juan, la noche de Navidad de 1940, tres o cuatro años antes del Terremoto, cuando yo sa­bía teóricamente que existía el fariseísmo, pero toda­vía no me había topado con él en cuerpo y alma... De modo que en suma, el fariseísmo abarca desde la sim­ple "exterioridad" (añadir a los 613 preceptos de la Ley de Moisés como 6.000 preceptos más y olvidarse de lo interior, de la misericordia y la justicia) hasta la "cruel­dad" (es necesario que Este muera, porque está ha­ciendo mucho prodigios y la gente lo sigue; y que mue­ra del modo más ignominioso y atroz, condenado por la justicia romana) pasando por todos los escalones del fanatismo y la hipocresía. Este es el pecado contra el Espíritu Santo, el cual de suyo no tiene remedio. Aquel que no vea la extrema maldad del fariseísmo (que realmente es fácil de ver) que considere solamen­te esto: "la religión suprimiendo la misericordia y la justicia". ¿Puede darse algo más monstruo?

Yo le envidio a Jesucristo el coraje que tuvo para luchar contra los fariseos. Yo, excepto en un solo caso, cada vez que me topé con un fariseo grande, me he quedado alelado y yerto, como un estúpido; es decir, "estupefacto". (...)

La parábola termina con esta frase: "todo el que se exalta será humillado y todo el que se humilla será exaltado", cuyo sentido es obvio.

Pero ella comienza con otra frase, que es miste­riosa: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?" Cristo conecta proféticamente su Primera y Segunda Venida, indicando que el estado de la religión será parecido en ambos momen­tos, el primero y el último. (...)

Cristo habla de la fe en seco. Vien­do el estado de la religión en su tiempo en que por causa del fariseísmo, en los campos la gente andaba "como ovejas que no tienen pastor"; y en las ciudades "con pastores que eran lobos con piel de oveja", —los cuales iban a derramar la sangre del buen Pastor— se acordó repentinamente del otro período agónico de la religión, en que la situación religiosa habría de ser pa­recida o peor; y exhaló ese tremendo gemido.
 
Con razón anota Mons. Juan Straubinger comen­tando este versículo: "Obliga a una detenida medita­ción este impresionante anuncio que hace Cristo, no obstante haber prometido su asistencia a la Iglesia hasta la consumación del siglo. Es el gran "misterio de iniquidad" y la "gran apostasía" que dice San Pablo (II Tess. 2) y que el mismo Señor describe varias ve­ces, sobre todo en su discurso esjatológico".

Hay pues dos profecías en el Evangelio que pare­cen inconciliables: una es que "las Puertas del Infierno no prevalecerán contra ella"; otra es que cuando vuelva Cristo "apenas encontrará fe sobre la tierra". Y la con­ciliación debe de estar en el principio o norma que dio Cristo a los suyos respecto a la Sinagoga ya desolada y contaminada: "En la cátedra de Moisés se sentaron y enseñaron los Escribas y Fariseos: vosotros haced todo lo que os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras". La Iglesia no fallará nunca, porque nunca en­señará la mentira; pero la Iglesia será un día desolada, porque los que enseñan en ella hablarán y no harán, mandarán y no servirán; y mezclando enseñanzas santas y sacras con ejemplos malos o nulos, harán a la Iglesia repugnante al mundo entero, excepto a los po­quísimos heroicamente constantes.

Los cuales tendrán, sí, oh Agustín, una fe más gran­de que las montañas".
Esta conexión que Castellani nos hace notar entre la primera y la segunda venida de Cristo nos lleva a otro fragmento de Cristo ¿vuelve o no vuelve? donde Castellani sostiene, apoyándose en Hillaire Belloc, una conjetura aventurada pero no temeraria: "que el Islam puede renacer como Imperio Anticristiano más poderoso y temible que antes"... Algo de esto parece que efectivamente está sucediendo hoy. 

Pero hay más, hace referencia a una adulteración sustancial del cimiento religioso de Occidente que se ha tornado mahometismo tanto en su dogma como en su moral. "El Occidente, pues, está hoy musulmanado", dice Castellani. Y para nuestra comprobación nos ofrece el siguiente listado, que cada quien podrá examinar a la luz de su inteligencia:
  • creencia en un solo Dios inaccesible;
  • supresión o falsificación de la mística;
  • negación de la Encarnación 
  • y, en general del misterio; 
  • naturalismo,
  • antisacramentalismo,
  • apelo a la emoción y la acción,
  • socialización de lo religioso...
Todo esto en lo dogmático; más en lo moral:
  • poligamia,
  • esclavitud,
  • guerra santa,
  • culto a la riqueza,
  • energía bárbara de struggleforlifer (el que lucha por la supervicencia) 
Cada uno de estos puntos daría para el análisis y el debate... Al menos que nos sirva para pensarlo...
 (Castellani, Leonardo. El Evangelio de Jescristo, Buenos Aires, Theoria, 1963, pp. 283-285)
(Castellani, Leonardo. Cristo ¿vuelve o no vuelve?, Buenos Aires, Vórtice, 2004, p. 37-38)
 

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